Hoy empieza otro 26 de enero, pero de otro año. Y sin embargo, no es siempre el mismo.
Días como los de hoy en los que me siento impotente frente al mundo que me toca vivir, no se qué escribir ni cómo. Mi cabeza es un accidente en Panamerica a la hora pico que no sabe si me correspondía el paso o si era la motociclista que salió sin casco.
Hay días, como hoy, que no se nada. Que la teoría del ‘superyo’ deja de funcionar por unas 24 hs, si con suerte a la noche como postre. Y empiezo a correr; calles desconocidas de una ciudad que no me pertenece, hombres que me miran y otros que observan para seguirme, perros que no me interesan si ladran o no porque yo corro. Sin mirar, sin detenerme. No hay jefe que valga ni futuro que haya que construir, porque estoy yendo, en este precioso instante, hacia él. Me niego a parar, no quiero parar, no puedo parar. Y mientras sigo corriendo las teclas se borran, otros me hablan y suena el teléfono: “Figuella, buen día habla Lucila…”

Entradas más recientes Entradas antiguas Página Principal